En este tiempo he estado reflexionando sobre qué es lo que nos limita siempre tanto a la hora de realizar cambios importantes en nuestro estilo de vida, más allá de las dificultades cotidianas de la vida. Cambiar de hábitos es relativamente fácil, al fin y al cabo, solo son rutinas, la repetición, una y otra vez de una acción hasta que la integras. Sin embargo, creo que lo verdaderamente difícil es cambiar nuestra mentalidad. Tenemos tanto apego a nuestra manera de ser, pensar y actuar (como si esto fuera algo inmutable y no nos diéramos la oportunidad de cambiar y evolucionar), que podríamos decir que realmente, un cambio a este nivel, supondría un cambio abismal a nivel medioambiental. Ni que decir a nivel personal y social. Y esto lo escribo también para mí, para recordármelo una y otra vez.

Por eso, en este post, me gustaría exponer, más allá de llevar nuestras bolsas y botella reutilizable, nueve actos revolucionarios que ayudarían a mitigar el cambio climático. Porque al fin y al cabo, si cambiamos nuestro interior, probablemente lo demás venga solo. Esos cambios que ahora nos cuestan tanto, dejarían de estar excusados por nuestra mente y podríamos mejorar el mundo sin límite.

Agradecimiento

¿Sabías que hay numerosos estudios científicos que han demostrado que la gratitud cambia la estructura molecular de nuestro cerebro? Nos hace más felices, empáticos y compasivos, aumenta nuestra fuerza mental, energía vital y esperanza, mejora nuestra salud tanto física como mental y un sin fin de cosas más. Y no lo digo yo, lo dice la ciencia. ¿Pero esto qué tiene que ver con la mitigación del cambio climático? Pues mucho. El agradecimiento beneficia tanto al que lo emite como al que lo recibe. Además, una persona que practica la gratitud no solo se ayuda a sí mismo, sino también aumenta su capacidad de apoyar a los demás, lo cual nos ayudaría a “impulsar al cambio” a aquellos que nos rodean.

Si observamos a nuestro alrededor, encontraremos muchos motivos para estar agradecidos. Si impregnamos de agradecimiento cada vez más a la naturaleza, por todo lo que nos da, sin discriminación y cogemos el hábito de agradecer a tantas personas que se esfuerzan en contribuir a un mundo mejor (por muy pequeños que parezcan sus gestos a nuestros ojos), crearemos una red de agradecimiento que nos ayudará a abandonar la queja hacia los demás y a centrarnos en nuestros propios objetivos. Si entendemos que la naturaleza está viva, nos permite vivir y formamos parte de ella, podremos agradecer de manera natural. El agradecimiento es adictivo, cuanto más agradeces, más motivos encuentras para seguir agradeciendo y si éste aumenta nuestra fuerza, empatía, esperanza y energía vital, y nuestra capacidad de adaptación y superación, tanto en nosotros como en los demás, hará que nos esforcemos, de manera cada vez más positiva, en mejorar y cambiar nuestra manera de vivir. Una herramienta única para combatir la desesperanza y la frustración, sentimientos que, en temas de medioambiente, nos frenan muchísimo.

Encuentro del equilibrio

Se dice entre la “sabiduría popular” que los extremos nunca fueron buenos, una frase muy acertada en mi opinión. Y es que entre el blanco y el negro, hay toda una gama de grises. A veces, irse a los extremos es totalmente necesario para después poder encontrar el equilibrio (seguro que muchos lo hemos vivido) pero creo que esto siempre debería estar entre nuestros objetivos.

Cuando nos vamos a los extremos y radicalizamos, en este caso nuestro camino hacia una vida más sostenible, nos volvemos personas más exigentes e intolerables con los demás y eso dificulta que los que nos rodean se animen a realizar cambios. Nuestra actitud extremista hace que muchas veces nuestro entorno se bloquee y no muestre interés por lo que hacemos. O peor aún, que sientan rechazo.

Yo misma lo viví. Cuando empecé este camino lo llevé a los extremos, queriendo que mi familia siguiera el mismo ritmo que yo y con la misma conciencia. Cuando me di cuenta e intenté “relajarme” y encontrar un buen equilibrio, mi familia, mis amigos y mucha más gente de la que podría imaginar, empezó a sumarse de manera espontánea y a su propio ritmo. Por eso el equilibrio es tan importante para que los demás se sumen de manera natural.

Además, encontrar el equilibrio en nuestro propio cambio, es igual de importante. Querer abarcar demasiadas cosas y subir cinco escalones de golpe en lugar de ir paso a paso, hará que terminemos cayendo.

Unidad

En una sociedad cada vez más dividida, donde queremos mantener a toda costa nuestra “percepción” del mundo, de lo que está bien y lo que está mal, creo que es muy importante mantener la unidad entre todos. Si no nos unimos en este gran objetivo común y nos acompañamos los unos a los otros, es imposible conseguir un cambio real. ¿Valdría de algo llegar nosotros solos allí donde queremos llegar? ¿Qué sentido tendría? Si seguimos enfrentándonos y exigiendo a los demás cómo deben hacer las cosas, sin respetar su propio camino, da igual cuántos cambios hagamos y lo muy sostenible que sea nuestra vida, porque el cambio general no se producirá. Pensar que lo que los demás hacen no es sostenible o no es suficiente o no es éticamente correcto, solo nos llevará a un mayor conflicto y desunión entre nosotros. Unámonos, estamos en el mismo barco y remamos en la misma dirección. ¡Juntos mejor!

Respeto y contacto con la naturaleza

Estar en contacto con la naturaleza hace que de manera natural la respetemos y la valoremos, y por ende, dejemos de destruirla. Este contacto nos permite recuperar la conexión que hace que podamos entender y sentir que somos parte de la naturaleza, que somos un “todo”. Una conexión que muchos de nosotros perdimos en algún momento de nuestra vida y que necesitamos recuperar lo antes posible para poder realizar un cambio en nuestra manera de relacionarnos con ella.

Sonreír y empatizar

O lo que viene a ser lo mismo, dejar de juzgar a los demás porque no hacen las cosas como nosotros queremos o al ritmo que nosotros consideramos que deberían ir. Cuanto más amables, sonrientes y comprensivos somos con los demás, más fácil será animar a nuestro entorno a realizar cambios. ¿Quién querría ser parte de un movimiento de gruñones acusadores? 😂

Ampliar nuestra visión de las cosas nos permitiría empatizar mejor con la situación de los demás y ofrecerles soluciones más a su alcance.

Esforzarse en mejorar

A mí siempre me han dicho, ¿quieres mejorar? entonces haz cada día un poquito más, un poquito más. Sin sacrificios, solo un poquito más de lo que haces hasta ahora, cuando lo consigas, otro poquito más. En resumen, evitar acomodarnos y conformarnos con lo que ya hacemos pensando que es suficiente aun sabiendo que todavía podríamos hacer un poquito más, pero sin que nos suponga un sacrificio, si no terminaremos saturándonos y tirando la toalla.

Desapego

Por un lado, como decía al principio, tenemos un apego enorme a nuestros hábitos, a nuestra manera de ser y de actuar y creo que este apego al “yo soy así” o “yo siempre he hecho las cosas así” o “yo esto no lo voy a cambiar” nos limita muchísimo y nos quita la oportunidad de realmente hacer cambios, de mejorar y conocer un “nuevo yo” maravilloso. No somos seres inmutables, que no pueden cambiar nada de sí mismos. Podemos evolucionar y mejorar en todo lo que nos propongamos y es un paso esencial en el camino que nos lleva hacia una vida más sostenible.

Por otro lado, el apego hacia nuestra comodidad y hacia las cosas materiales, incluso hacia nuestra manera de alimentarnos, son obstáculos que en muchas ocasiones nos impiden llevar una vida en mayor armonía con el medio ambiente. Creo que es crucial que trabajemos “nuestro centro”, en torno a qué gira nuestra vida y aprender a buscar la felicidad en el interior y no en el exterior, de esta manera, podremos vivir cada vez con menos y, además de hacerle un favor al medio ambiente, sin duda nos sentiremos más libres y felices.

Materializar nuestros cambios

Más allá de quedarnos en la teoría, es importante que poco a poco llevemos a cabo todos esos cambios que deseamos hacer. Despacito pero con constancia y aquí el orden es fundamental. Empezar poco a poco, un cambio tras otro y del más fácil al más difícil. Si nos llenamos de información, ideas y propuestas pero no pasamos a la acción, será como no hacer nada. Así que ¡acción!

Actuar sin esperar nada

¿Porqué y para qué hacemos lo que hacemos? Especialmente nuestras generaciones hemos crecido con la creencia de que si nos esforzamos, lo hacemos para un fin, para obtener un resultado, pero en el caso del cuidado del medio ambiente, no debería ser así. Cuidamos del medio ambiente, o mejor dicho, no lo destruimos, porque es nuestra obligación como seres humanos. La naturaleza nos mantiene vivos, por lo tanto, nuestro deber es “hacer el menor ruido posible” por así decirlo, es lo menos que podríamos hacer como muestra de agradecimiento. Así como deberíamos hacer con el cuidado de nuestro espíritu, mente y cuerpo.

Con esto quiero decir que si cuidamos del medio ambiente esperando unos resultados, puede que nos sintamos decepcionados y frustrados. Quizás nuestra generación no vea un cambio significativo, con suerte, serán las generaciones venideras quienes lo verán, pero independientemente de que nosotros “disfrutemos” de ese cambio o no, nuestro deber es cuidar y respetar la naturaleza, básicamente porque somos la única especie que la destruye. Aceptar que estamos en medio de una crisis climática sin precedentes, ir adaptándonos a los cambios que vayan surgiendo debido a esto y no esperar unos resultados concretos de nuestros esfuerzos, nos ahorrará mucha frustración y desesperanza.

***

En estos tiempos de crisis, en los que estamos viviendo, a través de una pandemia, los efectos de la destrucción del medio ambiente podemos ver lo difícil que está siendo para nosotros adaptarnos a estos cambios que, junto con otros muchos, van a ser parte de nuestro día a día seguramente en los próximos 30 años, debido a la crisis climática. Y es curioso porque a principios del año 2020 ya hablaba de este tema en una publicación que hice en Instagram en la que, una de las cosas que decía, era:

Lo que tengo claro es que lo más duro del cambio que se nos viene encima, no va a ser por el cambio climático en sí, sino por nuestra poca capacidad para adaptarnos a una realidad totalmente diferente a la que vivimos hoy día. La crisis climática es un gran reto sin duda, pero creo que el mayor reto será la grave crisis humanitaria a la que nos vamos a enfrentar por falta de adaptación y de aceptación.

Yo misma lo he vivido este año y lo sigo viviendo, esta falta de aceptación y adaptación a algunas cosas que ha traído esta crisis, y otros motivos, me ha costado una revolución interna importante. Por eso creo que es fundamental que nos esforcemos en continuar trabajando no solo nuestras acciones sino también hagamos un trabajo interior de resiliencia y nos mantengamos todos unidos.

Y hablando de crisis ¿alguien más a quien se le haya complicado un poquito su camino hacia una vida más sostenible? 😅

Si quieres que llegue a más personas, puedes compartir en: